TE VOY AMAR Y HACERTE FEKIZ
Gênesis 3.6
Te voy a amar y hacerte feliz, las promesas masculinas
Génesis 3:6 La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que tenía buen aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que tomó de su fruto y comió. Luego le dio a su esposo, y también él comió.
No era tonta Eva, una mujer con mucha sabiduría, con mucha inteligencia, porque supo ver. Las mujeres sabemos ver.
¿A quién no le gusta que le prometan algo? A todos, hombres y mujeres, nos gusta que nos prometan cosas. Hay hombres que prometen y cumplen. Hay muchos que prometen y cumplen siempre. Hay otros hombres que prometen y cumplen a veces, porque tal vez te prometieron para sacarte rápido de encima, o te prometieron algo y después se arrepintieron, pero a veces dicen algo y cumplen las promesas. Y hay hombres que te prometen cosas pero nunca las cumplen. Y hay otros hombres que nunca prometen nada.
Vamos a hablar de tres estilos de hombres que prometen y no cumplen, o sea, que el prometer es como un deporte favorito que ellos tienen. Le tomaron la mano de cómo prometerte cosas, total saben que después no las van a cumplir. Entonces, hay tres estilos de prometedores.
Primero, el mujeriego. Son hombres que están empujados por sus hormonas. Lo que quieren es buscar a una mujer para saciar su apetito sexual, para sentirse bien hombres. El mujeriego es un mentiroso por necesidad. Te va mentir y te va a prometer cosas porque lo que quiere es estar con vos, una noche, cinco noches, un mes, un año. Te va a prometer cosas con tal de que cedas. ¿Cuál es la promesa que te hacen? Te juro que esta es la última vez que me voy con otra mujer. Te juro que es la última vez que te soy infiel. Esa es la gran promesa que hace que no la puede cumplir.
Segundo, el seductor. El otro prometedor es el seductor. El seductor disfruta de los pasos previos a lo que es la conquista en sí, porque es un experto en cortejo. Le encanta cortejar a las mujeres y su deporte es justamente es eso. Tal vez no tanto el tener a la mujer sino con todo lo que tiene que ver con el cortejo, con decirle cosas, con piropearla, con hacer que la mujer se sienta halagada.
Y sabe cómo entrar suavemente en el interior de una mujer. Son encantadores de palabras. Le gusta encantarte, hacer magia con sus palabras. Y, por ejemplo, te prometen, si estás conmigo, te voy a hacer feliz para siempre. Si estás conmigo, soy el único hombre que vas a conocer de mis características porque te voy a hacer ver las estrellas, la luna y el sol todo junto en el mismo momento. Son esas promesas.
Tercero, el parásito. El parásito es muy amable, es muy simpático, pero siempre tiene un argumento que explaya sobre tu vida. Es el pobre hombre que nunca tuvo las oportunidades. La vida nunca le dio las oportunidades que se merecía. Son esos hombres que abusan económicamente de las mujeres o son ellas las que cargan con el mayor peso económico en la casa.
Ellos viven prometiendo, el año que viene a mí se me va a dar y te voy a recompensar todo lo que hiciste por mí. El año que viene no viene nunca. Todos los años es la misma promesa y la mujer sigue trabajando como un animal de carga y él sigue viviendo de ella.
Estas características de hombres hipnotizan con palabras. ¿Por qué una mujer puede ser encantada por las palabras de un hombre, por las promesas de un hombre? ¿Qué hace que nosotras las mujeres nos enganchemos tan fácilmente con las promesas masculinas? El hambre de novedad. Y ahora te voy a explicar qué es. Es por eso que me enganchaba cuando me prometía la luna, el hambre de novedad.
¿Qué le sedujo a Eva del árbol del bien y del mal? Ella se paró delante del árbol del bien y del mal, y vio que el fruto era bueno para comer, que tenía buen aspecto, que era deseable para adquirir sabiduría. Porque las mujeres somos muy buenas mirando. Cuando vemos a un hombre lo miramos y ya le descubrimos todo. Ya sabemos, supuestamente todo, por lo menos, externamente.
¿Por qué Eva tenía hambre de novedad? Y a mí se me ocurrieron algunas cosas. Eva estaba aburrida, porque cuando Dios crea a Eva, le había dado la orden antes a Adán de que pusiera nombre a todos los animales. O sea, ya era una tarea que estaba hecha y Eva estaba buscando qué hacer. Tenía mucha tarea que Dios le había dado pero no sabía dónde encajaba bien. Nos pasa a veces a las mujeres. No sabemos muy bien dónde encajar. Y a Eva le pasaba esto.
Por ejemplo, Eva veía un animal y le decía a Adán, mirá ese alto con pecas. ¿Si lo llamamos Manchitas? No, ya le puse jirafa, le decía Adán. Después veía a otro. Mirá ese gordo grandote, qué lindo que es. ¿Si le ponemos paraíso del Edén? No, lo llamé elefante. Eva decía, ¿qué hago acá? No tengo nada para hacer. Y se aburre. Mujeres, no hay nada peor que una mujer aburrida. Una mujer que está aburrida es una mujer peligrosa.
¿Qué hizo Eva. Si ya Adán les puso nombre a todos los animales, y no tengo nada para hacer, me voy con los árboles. Y empezó a mirar los árboles. A ver si a los árboles les puedo poner algo, un nombre. Las mujeres tenemos hambre de que nos ocurran cosas extraordinarias. Pero lindas, buenas. Todas las mujeres tenemos hambre de salirnos de los parámetros normales. No queremos ser mujeres estancadas en un lugar, en una situación. Queremos salir de los parámetros normales.
Ahora, esto está buenísimo. Pero el gran problema es que Eva, y es la lucha que tenemos las mujeres, tenía dentro de sí lo que podía y lo que no podía, tenía lo que estaba permitido y lo que no estaba permitido. Tenía dentro de sí lo posible y lo imposible. Lo posible y lo imposible. Las dos opciones, lo que podía y lo que no podía. Porque había recibido una orden de parte de Dios que tal vez Adán no se la transmitió porque se olvidó o tal vez se la transmitió mal. La entendió mal porque tuvo una mala transmisión. Dentro de ella estaba lo que podía y lo que no podía. El imposible y el posible.
Supongamos que te querés ir de vacaciones. Dentro de vos hay un imposible y un posible. El imposible sería, quiero irme en febrero a Europa. Pero para vos hoy es imposible irte a Europa porque no tenés los recursos económicos. Pero sí hay un posible dentro de vos, podés ir a Mar del Plata, porque te alcanzan las finanzas. Hay un imposible y hay un posible. El gran problema es cuando las mujeres nos quedamos ancladas en el imposible. Ese es el gran conflicto que tenemos las mujeres. Cuando nos quedamos ancladas en el imposible y después lloramos, sufrimos y nos angustiamos porque ese imposible nunca se podrá hacer, en lugar de ir rápidamente a lo que sí podemos, al posible.
Y esto le pasó a Eva. Eva tenía adentro un imposible, que era comer de ese árbol, pero el posible era comer de todos los demás árboles que había en el huerto. Sin embargo, ella se ancló en el imposible, en lugar de ir a recorrer todo el Edén y ver la cantidad de árboles que había, y comer y disfrutar y hacer lo que quisiera con todos los demás árboles, entre ellos el árbol de la vida. Miren si no era importante.
¿Pero ella qué hizo? Se centralizó a partir de ese momento en su imposible. Quiero mi imposible. Quiero mi imposible. Y ahí es donde aparece la serpiente. No es que los hombres sean serpientes. No, vamos a hacer simplemente una analogía. Entonces aparece la serpiente. Le dice, podés tener el imposible. Y queda fascinada con eso. Le otorga a esas palabras de la serpiente algo especial, un sentido especial que no tenía.
Cuando te anclás en lo imposible y decís, no hago nada más hasta que no tenga mi imposible, cualquier palabra seductora te va a atrapar, cualquiera que te diga, te voy a dar tu imposible, te va a atrapar. Si viene un hombre y te dice, este año te llevo a Europa, te activa el imposible y le creés. Y te enganchaste con la promesa.
No averiguaste si puede, si no puede, si lo logra, si no lo logra. Te enganchaste con la promesa porque es el imposible tuyo y dijiste, él me puede dar mi imposible. El gran problema es anclarme en lo que no puedo hacer cuando me tengo que anclar y estacionar mi vida en lo que sí puede hacer. Si tengo dinero para ir hasta Mar del Plata, me voy a ir a Mar del Plata y voy a disfrutar y el imposible ya veré cómo se hace. Pero no puedo entregar mis imposibles a otras personas, porque esos imposibles no son para los den a luz otras personas. Lo posible y lo imposible.
Dijo Jesús, los estoy enviando como ovejas en medio de lobos, por lo tanto, demuestren ser prudentes como la serpiente e inocentes como palomas. Demuestren ser prudentes como las serpientes e inocentes como palomas. Vas a ir caminando siempre con un imposible adentro, porque eso es lo que nos motiva. No está mal tener imposibles.
Quiero esto, quiero lograr aquello. Quiero tener esta familia. Quiero ser feliz, quiero tener una familia feliz. Y, de pronto, tu familia no es feliz. Entonces, viene un hombre y te dice, te prometo que si estás conmigo te voy a hacer feliz. Y te da, de pronto, tu imposible. ¿Y tu posible cuál era? Hacer todo un proceso para que mi familia actual sea feliz. Y puedo hacer terapia, puedo buscar ayuda espiritual, puedo pedir oración, puedo orar, puedo llevar a mi pareja a que conozca al pastor, a la pastora, que le dé una palabra. Ese era tu posible.
Pero preferiste escuchar que alguien rápidamente te iba a dar el imposible. Y te anclaste en el imposible y ahí viene la voz de la promesa, la voz seductora. Por eso Jesús le dice a los discípulos, ahora los voy a mandar, pero tengan cuidado, porque van a estar entre lobos. Y tienen que ser prudentes como la serpiente e inocentes como la paloma.
Y lo que nos falta a las mujeres muchas veces y tenemos que desarrollar un poquito más, es la prudencia y la sencillez. Prudencia y sencillez. ¿Saben por qué la serpiente es prudente? Porque detecta el peligro. Por eso sabe cómo moverse. Sabe cómo camuflarse. Dice que tiene unos sensores que le permiten sentir el calor, el clima que hay afuera y con eso reconoce si hay peligro, si hay otro animal que lo puede atacar o no.
Ser prudente te hace tener ideas sanas. Te hace formularte pensamientos sanos. La mujer sagaz sabe callar delante de otros lo que es ella. Porque las mujeres somos muy boconas. ¿Y qué es lo primero que hacemos cuando conocemos un hombre? Le largamos el imposible.
Porque mirá, mi sueño es irme a Europa. Mi sueño es tener mi casita, con tres habitaciones y un jardincito adelante, para poder plantar. Y ya le largamos el imposible. Y el hombre sabe cómo puede prometerte para tenerte con él. En lugar de hablar de tus posibles, empezamos a hablar de nuestros imposibles. Y tus imposibles los tenés que hablar solamente con Dios. Tus imposibles nunca te los va a resolver un ser humano. Los imposibles siempre son tarea de Dios.
La persona sagaz, astuta como la serpiente, no le pone fe a todas las palabras que le dicen. La persona sagaz, la mujer astuta, no le pone fe a todas las palabras que le dicen. Le pone fe a las palabras que Dios dice, pero no le pone fe a las palabras de la gente, porque si no se frustra. Poner fe en cada promesa que una persona te hace no es de inteligente. La fe la tenés que poner en las promesas de Dios, que no es hombre para mentirte ni hijo de hombre para arrepentirse.
Cuando aceptás la promesa de un hombre a ciegas estás diciendo, ese imposible me lo va a dar él. Me va a dar la familia que quiero, la casa que necesito, me va a curar mi dolor emocional, va a sanar mis heridas, nunca me va a dejar sola. Le estás poniendo fe a una promesa que te hizo porque te anclaste en tu imposible.
Y en lugar de desarrollar tus posibilidades, te anclaste ahí y estás esperando que otro ser humano te cure y te sane tus imposibilidades. Y las imposibilidades solamente son tarea de Dios.
No solo tenés que ser astuto como la serpiente, sino que tenés que ser sencilla como la paloma. La paloma no se expone de más a los elementos naturales, al viento, al sol, a la lluvia. Sabe dónde esconderse, sabe cuándo refugiarse, porque no se arriesga, porque la paloma lo que hace es escuchar su propio cuerpo y dejarse llevar por la sabiduría de su cuerpo.
Y sabe que cuando hay una lluvia no tiene que salir. Que cuando el viento se siente así no va a salir a volar, porque se conoce a si misma. Por eso es sencilla. Dice, esto es lo que puedo y esto es lo que no puedo. Y voy a hacer lo que sí puedo.
Y vos y yo tenemos que ser mujeres sencillas. Esto es lo que puedo hacer hoy. Y hoy me puedo ir a Mar del Plata. Yo sé que mi imposible es Europa. Pero no me voy a amargar por eso. No voy a pedir que otro me cubra esa necesidad. Me voy a poner a trabajar en lo que sí puedo, para que nadie me haga promesas y después sufra. Para que nadie me haga una promesa y le ponga fe a esa promesa y después me vea defraudada. Voy a trabajar en lo que sí puedo.
Y si trabajo con lo que sí puedo, Dios se va a encargar de lo que no pueda. No voy a esperar de la gente lo que Dios tiene que hacer conmigo. Hay imposibles que te los va a dar Dios, solamente Dios, no es la gente. Y fíjense qué dice Su palabra. Dios promete y cuando te promete algo, hace un compromiso con Él mismo. Andá a buscar un hombre que haga eso. ¿Hoy cómo son las promesas? Te lo prometo por mi mamá, te lo prometo por mis hijos, te lo prometo por mi abuelita que murió. Y Dios dijo, yo lo que prometo, lo hago con un compromiso conmigo mismo. Él juró por si mismo que todo lo que te prometió en la palabra lo vas a experimentar antes de que te mueras.
Quiero que cierres tus ojos y veas cuál es el imposible que hay dentro de vos. Y cuántas veces quisiste escuchar promesas y te anclaste en el imposible, olvidándote de lo que sí podés, olvidándote de que hay cosas que vos solita las podés, olvidándote de que hay cosas que en la situación por la que estás pasando, igual podés.
Y tal vez te anclaste en el imposible y estás esperando la promesa que venga alguien, alguien que venga a pagarme ese impuesto que no puedo, alguien que venga a llevarme a viajar por todas las naciones, alguien que me dé esa paz que estoy necesitando, alguien que venga a enseñarme cómo hacer con mi familia. Alguien de afuera. Y es tu imposible, en lugar de empezar con tu posible.
Empezá con tu posible porque el imposible es solamente tarea de Dios. Y Dios va a tomar tu imposible, porque él te prometió que te iba a dar lo que ningún hombre, hombre y mujer, porque hombre y mujer mienten, Dios no es hombre para que mienta y Dios no es hijo de hombre para arrepentirse de lo que te promete. Por un camino o por otro, pero lo que te prometió, Dios lo va a cumplir.
Trabajá con tu posible para que no enganches con ningún mentiroso ni manipulador. Trabajá con lo que podés. Hoy tengo para Mar del Plata. Pero el resto me viene de Dios. No estoy esperando de la gente. Dios en algún momento tal vez use gente, pero si tiene que usar una piedra, usará una piedra, pero voy a hacer sabia, voy a ser astuta, y voy a ser una mujer sencilla, yo le voy a creer a Dios.
Tal vez en la vida, por lograr el imposible, tomaste atajos y te equivocaste. Tomaste atajos y te fue mal, porque pensaste en alcanzar el imposible en lugar de seguir caminando por lo posible. Esto puedo hacer, aquello todavía es inalcanzable para mí. Y si Dios me dice que todavía no, es no. Si Dios me dice que todavía no, es no.
¿Por qué escucho promesas de personas que me dicen que sí, cuando Dios me dijo, no? ¿Querés un negocito? Tengo una estrategia, no sabés... Mirá, cobramos los impuestos de tal, del barrio, nos quedamos con el 5%, nadie se entera de nada. Acá es un negocito nuestro. Y vos llegás a tener lo que querés. Si Dios te dijo que no, es no. Trabajá con lo que sí podés, no con el imposible que otro te promete, porque los imposibles son solamente tarea de Dios.
Algo grande va a venir. Pero no confío en las promesas, no porque la gente que promete sea mala o me quiera dañar, sino porque sé que lo que quiero es un imposible que le pertenece cumplírmelo a Dios. Y tal vez el otro se mate por cumplirlo, pero no es tarea del otro.
Entonces, cuando vas con ese pensamiento y alguien te promete algo, si lo cumple, bien, porque vino de la mano de Dios, y si no lo cumple, no te frustres, porque la promesa viene de Dios. Y lo imposible no es de la gente. No le pidas más a la gente de lo que la gente te puede dar. Tal vez le estás pidiendo a alguien lo que no te puede dar. Basta. Hacé lo que podés, porque lo imposible es tarea de Dios.
Dios promete y Dios te prometió y si nunca escuchaste una promesa de Dios, porque es la primera vez que estás en este lugar, te felicito por haber venido, seguramente viniste porque ya te engañaron tantos con tantas promesas. Y vas a pedirle a Dios una promesa. No a la gente, vas a confiar en Dios. Dios no te va a fallar, porque dice que cuando Dios promete hace un compromiso consigo mismo. Él dice, por mi mismo, no te voy a fallar. Lo hago por mí, no te voy a fallar. Y si Dios promete, Dios cumple.
Alejandra Stamateas