LA ESPOSA DE ISAAC, FIGURA DE LA IGLESIA
Gênesis 24.34-38
(Génesis 24:34-38 y Efesios 5:22)
Abraham era el hombre escogido para ser padre del pueblo judío, elegido por Dios para traer su revelación al mundo. Por esto le sacó de su parentela idólatra. Para que se cumpliese la promesa divina, necesitaba casar a Isaac, y tenía que hacerlo con una muchacha idólatra de la tierra, una forastera que alejara a su hijo de los ideales del clan patriarcal, fundado en las promesas de Dios. Por esto toma juramento a Eliezer, porque había peligro de que sin esta formalidad
descuidara su encargo dadas las dificultades de la empresa. Son de notar los siguientes detalles:
a) El peligro de ir con una caravana pequeña por el desierto.
b) La dificultad de encontrar y persuadir a la muchacha.
c) El riesgo de que una vez encontrada y traída al campamento patriarcal no fuera agradable al hijo, o quizás al padre.
No sólo Abraham era piadoso en aquella gran casa. Sus servidores conocían a Dios como el Omnipresente, Omnisciente y Omnipotente. Habían tenido pruebas de ello en el caso de Agar y en la destrucción de Sodoma. Por esto Eliezer sabe recurrir oportunamente a la ocasión, y se muestra un hábil emisario del gran patriarca.
Contar la historia brevemente, haciendo observar:
a) Lo bien que presenta al heredero.
Enfatiza que es neo y único.
b) La urgencia del caso, que le hace renunciar a un bien merecido descanso y espera en casa de Labán.
c) La intrépida decisión de la muchacha en su aventura de fe.
d) La piedad de Isaac. ¿Qué iría a pedir en el pozo del «Viviente que me ve», o sea, la fuente milagrosa de Agar? Seguramente, el buen éxito del mensajero que iba para un asunto tan importante de su vida.
e) La humildad de la muchacha, mostrada en una curiosa costumbre oriental (vers. 65).
Toda la historia es un hermoso ejemplo para los jóvenes. Podemos creer que no sólo en el casamiento de Isaac intervino Dios sino que si «los ojos del Señor están sobre los justos», y es cierto lo que nos asegura el Señor en Mateo 6:26-34, no ha de pasarle desapercibido un asunto tan importante como el matrimonio de cada uno de sus hijos. Casamiento que se principia, se concierta y se efectúa en oración, no puede menos que resultar un éxito.
Notemos que Isaac no se apresuró. Tenía 40 años; ni miró la belleza física de la novia, puesto que ni la conocía. Pensaba sólo en su responsabilidad como «hijo de la promesa». Todo matrimonio es una cosa muy seria, porque implica la formación de un hogar para pasar la vida; que es a la vez una prueba o examen para la eternidad.
Esta historia no ha de ser considerada solamente como un aleccionador ejemplo de matrimonio humano, pues ciertos detalles que en ella concurren, nos lo hacen aparecer como parábola o figura de un propósito divino mucho más grande y sublime.
1. La Iglesia es la esposa mística de Cristo
Esta no es una idea exclusiva de San Pablo. San Juan Bautista lo previno en Juan 3:29 y Jesús mismo parece confirmarlo en la parábola de las bodas y de las diez vírgenes.
a) La conversión a Cristo es, efectivamente, un idilio espiritual y tiene similitud con un matrimonio porque:
Está fundada sobre el amor. «Nosotros le amamos a El porque El nos amó primero», afirma Juan, y Pablo exclama: «El amor de Cristo nos constriñe.» El amor redentor de Cristo nos ha ganado el corazón. No hay ninguna otra religión fundada sobre semejante base. Amor con amor se paga. (Véase anécdota El toque de queda.) No somos fanáticos, sino corazones agradecidos, y no tanto como debiéramos.
b) Se basa en un propósito inmutable de Dios. ¿Por qué nos ha querido a nosotros y no a otros seres del Universo más dignos? Misterios del amor divino. Cristo estaba rodeado de criaturas celestiales perfectas desde la eternidad, a las cuales podía asociarse. Ángeles, arcángeles y serafines se hubieran sentido privilegiados de ocupar el lugar prometido a la Iglesia, pero ha escogido un pueblo humilde y lejano, moral-mente, de la perfección celestial. ¿Por qué? La gratitud aumenta el amor. Nunca ángeles o arcángeles podían amarle como podemos y debemos amarle nosotros. ¿Le amamos como se merece? Nos parece a veces que le amaremos mucho y le serviremos muy bien allí, pero no será si no hemos empezado a servirle y amarle acá en la tierra.
(Véase anécdota Cosas que no podremos hacer en el Cielo.)
2. Eliezer, emblema del Espíritu Santo
De acuerdo con la promesa de Cristo en Juan 16:13-15, la tercera persona de la santísima Trinidad está en el mundo desde el día de Pentecostés con una misión especial, llamando a las almas al amor y la fe en Cristo. Como en el caso de Eliezer, e infinitamente más, las dificultades de la empresa han sido grandes en un mundo perdido como el nuestro.
1) Por la oposición de Satanás. ¿Por qué han existido tantas persecuciones en contra del cristianismo? Esta es la inquietante pregunta desde aquí abajo, pero existe otra mejor: ¿Por qué ha habido tantos fieles campeones de la fe en todos los siglos dispuestos a dar para Cristo todo lo más precioso y tangible y aun la propia vida? Imposible habría sido sin el Espíritu Santo.
Aún está aquí este gran ayudador divino. ¿No lo veis? ¿No oís su voz en el corazón? ¿En el mensaje del predicador? El gozo y entusiasmo que sentimos cada vez que nos ocupamos en las cosas espirituales, ¿quién lo produce?
2) Como Eliezer, el divino Mensajero nos habla de un invisible lejano. Esto es otra gran dificultad, pero no pretende hacernos creer sin pruebas. El criado de Abraham presentó muestras de lo que contaba acerca de las riquezas de su señor, las joyas de su obsequio.
También nosotros tenemos pruebas que corroboran el empeño del mensajero divino.
a) Que Dios nos ama, ¿no lo vemos en mil muestras de la Naturaleza?
b) Que debe haber un cielo, ¿no lo sentimos en nuestro vacío de felicidad y en nuestro anhelo de vida eterna?
c) ¿No está el Evangelio acreditado desde hace veinte siglos con dones del Espíritu Santo?
(Hebreos 2:3-4). Ni siquiera los enemigos de los primeros siglos niegan los milagros de Cristo.
Cuadrato habló con enfermos curados por Cristo, sus milagros fueron públicos y realizados ante enemigos sagaces. Recordemos, empero, la bienaventuranza de Jesús a Tomás: No pidamos más pruebas que las que necesitamos. Obremos con la fe de Rebeca, o quedaríamos sin herencia.
3. El Espíritu Santo reclama una decisión inmediata
Eliezer estaba ansioso de servir a su Señor. Todo servidor de Dios, inspirado por el Espíritu Santo, está deseoso de producir una decisión en las almas. Cristo se lo merece. Hace cerca de veinte siglos que murió y aún no está completo el número de los redimidos. Podía haberse completado mucho antes si los cristianos hubiesen sido más celosos y fieles, menos carnales y mundanos, más llenos del Espíritu Santo.
Por esto rehúsa el descanso en Harán. En diez días podían salir amigos que disuadiesen a Rebeca. ¡A cuántos que hicieron una decisión por Cristo ha sucedido! Ahora no nos quita del mundo; pero nos guarda del mal.
b) Porque Eliezer tenía interés en el bienestar de la muchacha. Ella se había mostrado servicial y simpática en el pozo y la apreciaba. Hay un doble motivo para el Espíritu Santo al procurar la salvación de las almas. Si somos humanamente buenos como Cornelio, porque sabe que nuestra bondad no es suficiente; si somos malos, para librarnos de una mayor condenación.
c) Conocía mejor que ella y que sus pariente de Harán los privilegios a que estaba llamada (vers. 35-36). Asimismo el Espíritu Santo nos ha revelado, por las epístolas inspiradas, que Cristo es el unigénito de Dios. El único Ser en el universo que es uno con el Padre. Los ángeles y arcángeles no son más que criaturas, pero Cristo «es el heredero de todo, por el cual asimismo hizo el universo (Colosenses 1:15-17). Es maravilloso pensar que semejante Ser nos amó, y vino a
sufrir por ti y por mí, y nos prepara un hogar a su lado (Juan 14:2 y 17:24).
¿Titubeas aún en aceptar la invitación del Espíritu Santo? ¡Qué locura ha de parecerle a Aquel que conoce toda la realidad y profundidad de este bien. ¿Y no queréis venir a Mí para que tengáis vida?, decía Cristo. Lo que equivalía a declarar: ¡Pobres, desgraciados, condenados a morir!, ¿no queréis uniros a la fuente de la vida? ¿No queréis ser herederos de glorias eternas?
¿Qué responderás? Dile: Sí; iré enseguida. Espíritu de Dios que hablas a mi corazón, iré contigo al cielo. Sostenme en los días del viaje, durante la peregrinación, enséñame a amarle, hablándome de él, y preséntame un día al divino esposo limpio de pecado, santo y sin mancha.
1 El presente sermón, por su carácter exegético, no es apto para ser usado entero en un acto nupcial, a causa de su extensión, si ha de ser bien desarrollado por el predicador usuario, sino en clases de estudio bíblico para jóvenes. Pero lo ponemos en este lugar porque los predicadores pueden sacar de él alguna idea apropiada para mensajes de boda.
ANÉCDOTAS
EL TOQUE DE QUEDA
Se cuenta que un joven había sido sentenciado a muerte por delito político en días de Cromwell.
Su novia fue a pedir el indulto, recibiendo la fría respuesta de que el joven debía morir el día fijado, según era costumbre en aquellos tiempos, al toque de oración de la tarde. Cuando el sol iba poniéndose y se aproximaba la hora fatal, la amante joven subió sigilosamente al campanario de la ciudad y se asió al badajo de la gran campana. El campanero viejo y algo sordo, vino a la hora fijada y tiró de la cuerda volteando el débil cuerpo de la muchacha en todas direcciones. Pero ella resistió el dolor de repetidos golpes y torceduras sin soltarse: En el cuartel, en tanto, el pelotón formaba en el patio aguardando el sonido fatal para ejecutar la sentencia, pero iba oscureciendo y la campana permanecía silenciosa. Cuando iba a investigarse el motivo de la tardanza apareció la joven ensangrentada, y arrodillándose a los pies del general pidió una vez más, con lágrimas, la vida de su amado.
El Protector, Cromwell, que era un hombre duro pero tenía rasgos de generosidad basados en su profunda fe cristiana, al verla en aquel estado, y tras oírle contar entre sollozos lo que había hecho, exclamó conmovido:
—Id, amantes de la vida. El toque de queda no sonará esta noche.
El joven en cuestión, antes de comprometerse con aquella joven era libre para escoger a ella o a cualquier otra. Aun después de comprometido (aunque ello no es recomendable, y los creyentes deben evitarlo en todo lo posible), podía arrepentirse de su elección y buscar a otra joven por esposa. Pero después de aquel dramático suceso, ¿podía romper de tal modo el corazón de la que tanto amor le había demostrado? ¿Cuál sería nuestro juicio para tal proceder? Sin embargo, esta es la conducta de aquellos que, conociendo a qué precio han sido salvados, rechazan a Cristo y se niegan a entregarle su corazón.
Samuel Vila