SOY MI PEOR ENEMIGA
Gênesis 17.15
También le dijo Dios a Abraham: —A Sarai, tu esposa, ya no la llamarás Sarai, sino que su nombre será Sara.Yo la bendeciré, y por medio de ella te daré un hijo. Tanto la bendeciré, que será madre de naciones, y de ella surgirán reyes de pueblos. Entonces Abraham inclinó el rostro hasta el suelo y se rió de pensar: «¿Acaso puede un hombre tener un hijo a los cien años, y ser madre Sara a los noventa?» Por eso le dijo a Dios:
—¡Concédele a Ismael vivir bajo tu bendición! A lo que Dios contestó: —¡Pero es Sara, tu esposa, la que te dará un hijo, al que llamarás Isaac! Yo estableceré mi pacto con él y con sus descendientes, como pacto perpetuo.
En cuanto a Ismael, ya te he escuchado. Yo lo bendeciré, lo haré fecundo y le daré una descendencia numerosa. Él será el padre de doce príncipes. Haré de él una nación muy grande. Pero mi pacto lo estableceré con Isaac, el hijo que te dará Sara de aquí a un año, por estos días.
Hoy quiero compartir con ustedes una experiencia personal: Durante la mañana tuve que hacer unos trámites, estudios médicos y veía tanta cantidad de gente con una cara de desesperanza y yo decía: qué bueno es tener al Señor y poder compartir qué bueno es saber que Dios está con nosotros. Cuando estábamos en las vacaciones a mí me gusta salir muy temprano en la mañana y caminar por la playa, me encanta, me iba tempranito antes que se levantara todo el mundo antes de preparar el desayuno, vieron que yo en las vacaciones tomo desayuno, no nada: café con leche y el que quiere algo más cómprense un pancho porque tampoco cocino, menos todavía, me iba caminando, caminando y el Señor me mostró un momento de mi vida y me dijo: ves que vos sos mía. Y en ese momento vieron cuando a uno se le hace revelación de algo se me hizo revelación, porque una dice yo soy del Señor, yo le pertenezco al Señor pero hay cosas hay palabras que el Señor te va soltando que en ciertos momentos te pegan de una manera distinta y el Señor me dijo: ¿sabes qué pasa con vos y con muchas mujeres?, a ver Señor, que pasa decímelo que estoy acá frente al mar no hay problema manda todo lo que tengas que mandar, es que ustedes se entregan a los demás pero no se dan cuenta que cuando entregaron algo tienen que volver a mí. Ustedes se entregan y terminan echas pedazos jirones porque cedieron y quedaron en la vida del otro en lugar de replegarse nuevamente y volver a mí porque ustedes me pertenecen a mí, no le pertenecen a las personas y ustedes dice, confunden y me mostró el Señor, vieron esas que se usan en los cumpleaños que uno sopla y es como un rollito que uno lo estira, va soplando y cuando dejas de soplar se enrolla y vuelve, eso me mostraba el Señor dice: ustedes tienen que hacer así, ustedes tienen que ir, dar hacer lo que tienen que hacer con la gente pero no quedarse en la gente ustedes tienen que volver a mí porque yo soy el dueño de ustedes, yo soy el Señor de ustedes, yo soy el que las cuida. Y eso me dio un efecto tan grande porque me sentí tan cuidada y tan protegida sentí que nada te puede pasar cuando vos sabes volverte siempre al Señor, tal vez diste y te traicionaron tal vez te entregaste y terminaste echa jirones, diste todo lo que tenias y te quedaste sin nada pero Dios dice porque no te atreviste a volver a mi porque cuando volvemos al Señor, el Señor vuelve a darnos para volver a soltarnos. Así que nunca te quedes en la gent, e la gente no tiene que tener nada tuyo, siempre tenés que volver al Señor porque tu fuente es Dios ¡Cómo amo al Señor!
Vos pensaste que tu peor enemiga estaba al lado tuyo… no, no, no: tu peor enemiga está dentro tuyo.
Soy mi peor enemiga.
Ustedes saben que muchas veces las mujeres no necesitamos tener enemigos externos porque nos declaramos la guerra a nosotras mismas. ¿Cuántas se pelearon con ustedes mismas alguna vez? ¿Y cuál es la principal lucha interna que tenemos? Es querer algo pero no permitirnos eso que queremos; quiero pero no me lo permito. ¿Qué querés y qué no te permitís? Entonces la lucha es: quiero pero no me lo permito. Pero hay tres peleas principales que vamos a ver; espero que te aclare bien la mente porque para mi fue una revelación muy importante, porque todas pasamos por estas peleas.
Hay tres peleas principales que tenemos dentro nuestro:
1) La pelea por tener el control
2) La pelea por ser perfecta
3) La pelea para evitar ser traicionada
Y en algún momento de nuestra vida hemos pasado, o estamos pasando, o pasaremos por algunas de estas batallas internas, la pelea por tener el control, por ser mujeres perfectas, y la pelea para evitar ser traicionada.
1) La pelea por tener el control
Hay mujeres que creen que todo y todos pueden ser controlados. Dicen “yo tengo que tener el control de todo el mundo; yo tengo que tener el control de mi vida, de la gente de mi alrededor, el control de las cosas que pasan alrededor de mi vida; todo tiene que estar controlado.” Porque si controlan todo, creen que evitan los peligros de la vida. Dicen: “si yo puedo controlar a mis hijos –dónde van, cuando entran, a que hora salen entonces yo voy a poder evitar que ellos se droguen. ¿Puedo evitar que se droguen si los controlo todo el tiempo? No. Eso no quiere decir que no haya que estar viendo a qué hora salen y a qué hora vienen; estamos hablando del híper-control: “yo creo que si controlo a mi marido a dónde va; con quién habla por teléfono; con quien se encuentra en el trabajo, mi marido no me va a ser infiel”. Mirá lo que tuvo que hacer una hermana: discipular a la mujer de su ex-esposo… ¡mira el control que le sigue teniendo al ex-marido! Ella lo hace por venganza, porque le va a enseñar a la nueva todo lo que le tiene que hacer al ex de ella… ese es el discipulado que le hace: “vos si querés verlo enamorado, decile tal cosa”.
¿Qué es la pelea por el control? Son mujeres que tienen la doctrina de la justicia: “yo puedo controlar mi destino siendo buena o siendo mala; si yo me porto bien no me va a pasar nada malo”. Hay mujeres que todavía siguen manteniendo ese concepto: que si yo me porto bien a mí me van a ir las cosas bien; si me porto mal las cosas me van a ir mal. Esa es la doctrina de la justicia. Entonces, ¿qué hacen? Son mujeres que acumulan sacrificio, acumulan honestidad, acumulan lealtad, quieren llegar al nivel de santas. Están tratando de callarse la boca; de no gritar, de no enojarse, de atender bien a la suegra; de hacer todo bien para llegar al nivel de santa, porque si llega a este nivel le va a ir todo bien en la vida, no va a tener accidentes, no va a sufrir enfermedades. Porque si se porta bien, controla su comportamiento, entonces en la vida le va a ir todo bien. Si le va mal es porque acumuló puntos en su contra; tuvo un pensamiento negativo; pensó algo malo de otra persona; alguna macana se mandó por ahí; trató mal a la suegra… eso te baja puntos, y te quitan el registro dentro de poco… ¡ojo con eso! ¡te baja puntos! O experimentó demasiado placer... Mirá, yo me fui dos semanas de vacaciones, así que ¡no tengo más puntos! …porque me dí mucho placer en las vacaciones. Ahora me toca subir haciéndome santa, la buena. Porque son esas mujeres que creen que pueden controlar todo. No se puede controlar todo. Sácate de la cabeza ese concepto.
Son mujeres que se privan de muchos placeres con tal de ganar puntos. Por ejemplo alguien le dice: “te invito a que vengas conmigo de vacaciones; te pago todo.” ¿Qué hace esa mujer? Antes de irse va a trabajar más horas para acumular puntos y decir: “ahora sí que puedo disfrutar las vacaciones; me las merezco porque trabajé como una burra” Si no trabajó, no se lo merece; o sea son esas mujeres que van a tratar de acumular puntos haciendo cosas ‘buenas’.
Por ejemplo, conocí el caso de una mujer que el marido se fue con otra (¡algo que no pasa muy seguido..!) entonces ella se sintió defraudada porque siempre había sumado puntos. Como una esposa dedicada y buena hacia el marido, le había sido fiel; le cocinaba; le planchaba; hacia el amor cuando él quería, aunque ella no tuviera ganas; y tantas cosas… Ella decía, “con todo esto, si yo no tengo ganas de hacer el amor el miércoles, pero él quiere hacer el amor el miércoles y lo hago, me sube el puntaje. Si él estaba enojado y yo me hice la buena, me callé la boca, no le contesté, me subió el puntaje”. Esta mujer tenía mucha bronca y mucha frustración. Dice: “yo me maté para ser una esposa buena; y él, ¿cómo me paga..? siéndome infiel; se va con otra”. Esta mujer tenía mucha bronca, pero ella creía que todo en la vida lo ganaba por ser buena, y que ella iba acumulando puntos, y eso que le había pasado no era correcto para ella, no era justo para ella, porque ella había sido una buena esposa. Dice, “yo le voy a demostrar a mi ex-marido que yo no le tengo rencor…” Cada vez que el marido se encontraba con ella para arreglar los temas económicos, ella aceptaba las pautas de él: “te puedo pasar tanto dinero; más no te puedo pasar para los chicos, porque no tengo trabajo”. Y ella quería sumar puntos; se hacia la buena: “está bien Juan; si no podés, bueno, no importa; me lo das el mes que viene; no te preocupes. Si no te podés ir de vacaciones con los chicos, los tengo conmigo todo el mes.” Aceptaba porque creía que de esa manera iba a seguir sumando puntos e iba a volver a tener su pareja. Hasta que un día se dio cuenta que ella se provocaba su propia desilusión, porque no era por ser buena que las cosas le iban a ir bien, sino por ser justa. Y ahí ella dijo: “yo no me voy a exponer más a la decepción”, y empezó a realizar acciones, como poner abogados, y arreglar la situación entre su ex-marido y ella. Ella ya no tenía que estar en el medio, y no exponía su puntaje en nada, porque arreglaba todo el abogado. Ella cambió su concepto, y se dio cuenta que su destino no estaba fundamentado en su bondad.
Pero las mujeres controladoras creen que hasta pueden controlar todo ese tipo de cosas; que siendo buenas van a lograr algo. Eso no quiere decir que seamos malas; te estoy diciendo que tenés que aprender a ser justa en la vida. Y cuando necesites algo, o desees algo, no es por puntaje de bondad, es porque hayas sido sabia. “Tengo que ser sabia; enfrentar la realidad.” Y esta mujer pudo hacerlo.
Decí: “no se puede controlar todo en la vida”
Hay algo que vos querés controlar y eso te amarga, eso te angustia; porque como no lo podés hacer, te sentís frustrada. Cuando querés controlar la vida de tus hijos y tus hijos viven de otra manera, la que vos querés que vivan, te sentís frustrada. Pero yo quiero decirte que no podés controlar la vida de tus hijos. Cuando querés controlarle la vida a tu marido te sentís defraudada, cuando él no hace lo que vos querés; porque no le podes controlar la vida a nadie. No todo puede ser controlado.
2) La pelea por ser perfecta
Por esta pasamos todas las mujeres, especialmente las hijas mayores, la primera reperfeccionista. ¿Qué es la pelea por ser perfeccionista? Es creer que todo error que pueda cometer es inaceptable. “Yo no puedo cometer errores; un error que cometa, y a mi la gente no me va a querer; la gente no va querer estar conmigo; voy a ser un desastre, una tonta.” Todo error transforma a la mujer perfeccionista que se pelea consigo misma en una mujer tonta, y en una mujer inútil. Por eso, son mujeres que están siempre tensas, y cuando le das algo para hacer: (de esto se van a dar cuenta las líderes que tal vez le dan una tarea a las discípulas y éstas no la hacen) “¿Leíste lo que te dije? ¿Hiciste tal cosa? ¿Escribiste esta lista de peticiones?” Y la discípula dice: “no, no lo hice.” No es que no lo quiera hacer; lo que pasa es que tiene miedo de hacerlo, y hacerlo mal, que no esté perfecto; entonces lo que hace es postergar. Eso le pasa a muchos de nuestros hijos: cuando hay hijos que son perfeccionistas se sienten presionados cuando le pedís algo; y no lo hacen y no es que no lo sepan, o no puedan, sino que tienen miedo de no hacerlo perfecto. Entonces, que alguien le diga: “lo hiciste mal” para la persona perfeccionista un error lo hace sentirse un tonto o un inútil. Por eso, generalmente esas mujeres perfeccionistas terminan haciendo lo que le sale bien y nunca se aventuran a algo más en la vida. “¿Qué me sale bien..? Y a mi me sale quedarme en casa, hacer las milanesas, más o menos me salen bien; yo las hago fritas, a mi manera…” Nunca se aventuran; no se arriesgan. Y tal vez vos tengas muchas ganas de arriesgarte en la vida, y tengas mucho miedo que las cosas te salgan mal. Yo quiero decirte que a la gente le encanta estar con gente que también comete errores. El error muchas veces es más atractivo que la perfección. A nadie le gusta estar al lado de una mujer que es perfecta, de una mujer que nunca se equivoca en nada; porque el problema de las mujeres que no quieren equivocarse es que cuando ven un error en el otro, se lo marcan inmediatamente ¿Conocen mujeres así?; ¿que enseguida te marcan el error que cometiste?: “Ay, pero la pastora hizo este gesto; la pastora dijo tal palabra…” Porque ellas no soportan equivocarse, entonces cuando alguien afuera se equivoca, se lo marcan enseguida; porque creen que así las van a tratar a ellas si se equivocan; entonces son duras. Son esas mujeres que viven criticando al marido, a los hijos, a las amigas, a la vecina; critican a la líder, a la pastora, a media humanidad; porque no soportan equivocarse y porque no se dan cuenta que el otro es un ser humano, que hace cosas bien y cosas mal, como todos los seres humanos. Decí: “no tengo que criticar, no hay nadie perfecto, no me critiques.”
¿Cómo se puede solucionar el ser perfeccionista?
Primero: para no controlar tenes que saber que el control no sirve de nada, porque hay cosas que no vas a poder controlar en la vida. ¿Uno puede controlar una lluvia..? No. Más allá de que sabemos que podemos evitar cosas que provocan desastres naturales; y también sabemos que tenemos autoridad –por ejemplo: para detener lluvias. Pero no podemos controlar todos los fenómenos de la naturaleza. Hay cosas que no podes controlar. Teniendo en claro que hay cosas que no vas a poder controlar, vas a estar más tranquila, porque la vida te va a sorprender, y no hay nada más lindo que fluir en la vida y no estar tensa todo el tiempo.
En segundo lugar, cada vez que vos sientas que tenés que hacer las cosas bien y no equivocarte, vas a hacer un ejercicio: cuando algo te salga mal, tenés que decir simplemente: “me equivoqué”. Es simple; te salió mal. Alguien te dijo: “esto lo hiciste mal”, tenés que decir: “sí; me equivoqué” y no dar ninguna explicación más. Porque las mujeres decimos “me equivoqué” pero le damos una explicación detrás, porque queremos justificar la equivocación, tratándole de demostrar al otro que no era tan grande la equivocación; que en el fondo lo hiciste porque un poquito de razón tenías. Cuando alguien te diga, o vos misma veas que hiciste algo mal, que metiste la pata, que te equivocaste, que hiciste las cosas como no debías, vas a decir: “me equivoqué”, con cara de lógico. “¡Qué mal marido que elegiste!”… me tenés que decir: “me equivoqué”. “¡Cómo combinaste la ropa hoy..!” Me tenés que decir: “me equivoqué”. “Pero esa palabra que usaste no era la correcta…” “Me equivoqué”. “¿Vos te diste cuenta cómo educaste a tus hijos? ¿A vos te parece que esta es una comida para presentar en una mesa? ¿A vos te parece que ese peinado que trajiste es el correcto?” Cuando te digan todo esto, vos decí: “me equivoqué”…y punto. Que sea algo natural, sencillo; porque eso te humaniza, y a la gente le encanta estar con ‘gente’, no con un ‘extraterrestre’ que nunca se equivoca. “Sí; salí a la calle y tenía el cierre del pantalón abierto” “Y sí… me equivoqué”. Todos nos podemos equivocar.
Y si no sabes algo decí: “no sé”. Porque ¿viste que hay gente (esto le pasa mucho a los hombres, porque ellos quieren dar explicación para todo, y ellos son los ‘sabelotodo’) que de cualquier cosa te dan una explicación? Y usan esas palabras que vos ni entendés… Decís: “qué hombre; cómo habla; qué sabiduría; qué conocimiento”; porque te enroscó la lamparita de la luz, y te hizo el verso: que para eso había que poner el polo positivo, con el negativo; el cable alternador… y te explicó cualquier cosa para que vos te quedes asombrada. Cuando no sepas algo tenés que decir: “no sé mi amor”. ¿Vos sabés por qué se fue tu marido de tu casa?; ¿sabés por qué tu hijo se droga?; ¿sabés por qué los Stamateas predican como lo hacen?; ¿sabés por qué la pastora está quemada..? decí: “no sé”. “¿Por qué se te rompió el diente?” No sé. “¿Por qué el pelo te quedó verde?” No sé. “¿Por qué te salio el guiso aguado?” No sé.
Cuando algo te sale mal tenés que decir: “me equivoqué”.
Cuando no sabés algo, tenés que decir: “no sé”.
Si tenés que entregar un trabajo a cierto horario y no lo entregaste, “porque no está perfecto, porque me lo van a rechazar, porque no está bien; lo van a ver y van a decir que está mal, tengo que seguir trabajando en esto para hacerlo perfecto”…tenés que decirte a vos misma: “lo que tengo que terminar; lo termino y sigo trabajando”.
Conocí a una mujer que no podía sacar un libro y decía: “como tres veces corregí el libro, porque pienso que siempre tengo algo más para escribir; siempre le falta algo” Y era una mujer con toda la intención del mundo para hacer el mejor libro, pero se le estaba pasando la vida y el libro no salía porque era perfeccionista. Tenés que hacer y decir: “está; le pongo la mano, lo bendigo; sé que lo que yo no hice, Dios lo va hacer; que va a salir algo bello de esto. Lo entrego y sigo adelante”.
Las mujeres tenemos que aprender a trabajar más en términos de productividad, no tanto “la florcita que esté arregladita” sino que la flor cumpla la función que tiene que cumplir; no tanto “que el trabajito esté excelente” sino que el trabajo cumpla la función que tiene que cumplir. ¿Cuál es el gran conflicto que tenemos cuando queremos decirle a una discípula que está lista para ser líder? La discípula dice: “no estoy preparada.” Esa es la primer traba, porque la pastora le está viendo el potencial; lo ve y dice: “esta mujer ya está lista; esta mujer ha crecido internamente, espiritualmente; está lista para dar.” Pero esa mujer perfeccionista dice: “no; porque no voy a poder; porque no estoy preparada; todavía tengo muchos problemas; porque no sé si lo voy a hacer bien…” y no puede soltarse, porque es una mujer perfeccionista. Vos tenés que saber que cuando vas a hacer una tarea, ya estás ungida para la tarea. Si Dios te llama, es porque Dios ya te preparó, y si te llegaras a equivocar en el medio, tenés que decir: “me equivoqué”. Y si no sabés responder lo que te preguntan, decí: “no sé”. Y si no terminás algo que tenías que terminar, tenés que decir: “lo entrego y sigo adelante”. Dale el mejor aplauso al Señor, que Él nos tiene paciencia.
Por último; si sos una mujer perfeccionista, no critiques a nadie; ni a vos ni a nadie. Porque la crítica siempre lastima, no tiene virtudes sanadoras. Para esas personas que dicen: “pero yo critico sanamente”, o “yo critico en forma constructiva”… mentira. La crítica siempre lastima al criticado; siempre te quedas con una espina, aunque hayas dado vuelta lo que te dijo; aunque hayas tratado de decir “me lo dijo con amor”; aunque trates de verlo de otra manera; des vuelta el cielo y la tierra; la crítica siempre lastima; no tiene poder sanador. Lo que tiene poder sanador es la motivación: motivar, validar a los demás. La crítica no tiene virtud sanadora; siempre termina lastimando. Decís: “yo lo critico a mi hijo para que salga adelante, y deje a esos amigos que tiene; por eso le critico a los amigos…” Cuanto más le critiques a los amigos, más va a estar con ellos, porque la crítica no tiene virtud sanadora.
3) La pelea para evitar ser traicionada
Estas peleas son internas.
Queremos tener el control de todo; queremos saber todo de todo el mundo, para controlar, manejar todo. Si pasa algo, queremos saber cómo vamos a responder frente a eso, por eso lo pensamos antes. A mi me pasa esto: “si se me muere mi marido yo haría tal cosa y viviría así; si mi hijo se va de casa, yo le diría tal cosa; y cuando él me diga esto, yo le voy a decir aquello”, porque quieren tener todo controlado; no hay expectativa de vida; es puro control. Es “yo tengo que saber lo que voy a hacer”.
En segundo lugar, ser perfeccionista.
Y en tercer lugar las mujeres no queremos ser traicionadas; nos duele mucho la traición, más que a los hombres.
Hay mujeres que creen que van a ser traicionadas, porque si le dan mucha información de sí mismas a alguien, esa persona puede descubrir algo de ellas que tiene muy escondido, y que es muy negativo, y muy malo. Hay mujeres que creen que en el fondo tienen alguien malo adentro. “El día que a mi me conozcan bien, se van a dar cuenta que no soy tan buena madre; el día que a mi me conozcan bien, se van a dar cuenta que no soy tan buena pastora; el día que me conozcan bien, se van a dar cuenta que no soy tan buena esposa; el día que me conozcan bien, se van a dar cuenta que no soy tan espiritual como piensan… que tengo mis cositas” ¿Vos crees que la gente no lo sabe? ¿Vos te crees que la gente puede descubrir más maldad en vos? “Si me conocieras...”
Hay gente que dice, “si ésta me conociera no me va a querer más; no va a querer más estar conmigo; no me va a dar bolilla. Si esa pareja que estoy conociendo me conociera en el fondo, se va a querer alejar de mi; no va a querer salir conmigo”. Es porque tienen miedo a ser descubiertas; porque piensan que en el fondo vive dentro de ellas un ogro. Mujeres que no pueden confiar en nadie, por el temor de que la defrauden. Por eso viven dudando de la honestidad.
¿Cuántas de ustedes son mujeres que dudan de todo el mundo? Que cuando viene alguien dicen: “me dijo esto, pero yo no creo que haga lo que me dijo; yo no creo que me dé lo que me prometió.” Son mujeres que dudan de todo el mundo; no pueden depositar su fe en nadie. ¿Saben qué feo es no poder confiar en nadie? ¿Saben qué feo que es dudar de todo el mundo? ¿Saben cuánta energía mental una mujer usa por dudar de otro, y por ver qué trama se trae escondida detrás?
¿A cuántas les pasó eso alguna vez? ¿Éste qué me habrá querido decir? ¿Ésta qué se traerá entre manos? ¡No, no, no… yo te voy a decir!: ésta se complotó con aquella, y aquella habló con mi suegra, y mi suegra habló con mi marido, y ahora todos están en contra mío”...porque no pueden confiar en nadie.
Deben aprender a confiar porque tienen que usar su fe.
¿Sabes cómo podes empezar a confiar? Viviendo; miren qué sencilla es la solución a esto. ¿Saben que las mujeres que no confían no pueden pedir? Porque dicen: “si yo tengo que pedirle algo a alguien, esa persona me lo va a dar por obligación, no porque me lo quiera dar; entonces si quieren darme algo, que me lo den sin pedirlo”. ¿Sabés cuál es la economía de Dios..? La economía de Dios dice que, para que te funcione la vida del reino, hay que pedir; porque el que pide, recibe. Esa es la economía de Dios. Y hay mujeres que no se atreven a pedir porque dicen: “Dios sabe de lo que tengo necesidad; que me lo dé sin que yo se lo pida…” Dios sabe de lo que tenés necesidad; pero sin embargo dice: “quiero que me lo pidan”. Mirá cómo es la economía de Dios: para que la economía espiritual se mueva, vos tenés que pedir, porque si vos pedís ¿qué ocurre..? Recibís. Y hay mujeres que son tan desconfiadas que nunca se atreven a pedir.
Hicieron un estudio en una universidad; había hombres y mujeres que terminaban una carrera: los hombres pedían trabajar para dar clases en la misma universidad. Una profesora dijo: “¿por qué siempre hay siempre hombres dando clases y no mujeres?”. Y el decano de la universidad le dijo: “porque los hombres me vienen a pedir dar clases, pero las mujeres no vienen; yo le doy trabajo a quien me viene a pedir”…porque el que pide recibe.
¿Cuántas quieren pedir? ¿Cuántas van a recibir? Lo que pidas, vas a recibir. Esa es la economía de Dios. Y acá quiero hacer un paréntesis. El pasaje que dice: “El da semilla al que siembra…” ¿Te pasó alguna vez tenés ganas de sembrarle algo a alguien pero no tenés? ¿Te pasó alguna vez?: “…cómo me gustaría darle quinientos pesos a esta persona para que salde la deuda, pero no los tengo”. Decís, “cómo me gustaría sembrarle un auto a mi hijo; pero no lo tengo…” Escuchá lo que dice este pasaje: “Él da semilla… ¿a quién? ¿Vos qué querés hacer? ¿Querés sembrar? ¿Y quién te da la semilla? Cada vez que vos quieras sembrar, vos tenés que pedirle semillas a Dios; o sea, “no es que no tengo, Señor; no tengo para dar. Quiero dar quinientos pesos, pero no tengo” ¿A quién le tenés que pedir semillas? Porque Él da semilla al que siembra. Aún Dios te da cuando vos tenés intención de sembrar. ¿Qué tenés ganas de sembrar en este tiempo? Pedile a Dios. Decile: “Señor, cómo me gustaría darle el dinero para que se compren el departamento”. La semilla se la tenés que pedir a Dios, y Dios te lo va a dar. ¿Sabías eso? Porque el que pide, la que pide, recibe. Él da semilla a la mujer que siembra. Nunca más digas “pobre de mí; yo quiero, pero si no está dentro de mis posibilidades dárselo” ¡Mentira! Porque si querés sembrar, pedile semillas para sembrar a Dios; y Dios –que da semilla al que siembra – te va a dar semillas para que las siembres.
Por último: tenés que poder liberarte de tu peor enemiga, que sos vos misma. Esa lucha, esa guerra por ser perfecta, esa guerra para que los demás no descubran tu verdadera personalidad, esa guerra por tener todo el control, y que te pone tensa, y no podés disfrutar de la familia, del ministerio, no podés disfrutar de tu marido, porque estás pendiente “a ver qué hago mal; a ver si no lo controlo y se me escapa, a ver si se me va”, tenés que aprender a hacer las pases con vos misma. O matás a esa con la que te estás peleando, o haces las pases. Vos elegís…
Y acá está la historia de Sara. Era una mujer que no podía tener hijos. Abraham tenía una promesa; era para Abraham y para Sara. Y Sara se siente una fracasada, porque en ese momento no poder tener hijos era ser una mujer fracasada; porque era lo único que una mujer podía hacer: tener hijos. No había nada más para la mujer; no es como ahora que las mujeres podemos hacer un montón de cosas; en ese momento la única actividad que podía tener, era tener hijos. Y ella se siente fracasada porque no queda embarazada. Hay una promesa que Abraham tiene en su corazón, pero Sara no queda embarazada. Ella tiene un derecho legal: designar a la esclava como una madre substituta; y le pide a Agar que se acueste con Abraham; y le pide a Abraham que se acueste con Agar. Y Abran dijo: “y bueno… está todo bien; hagámoslo”. Agar –que le había echado el ojo al amo, porque dice que Abraham estaba muy bueno– dijo: “y bueno, si hay que hacer el sacrificio, también lo hacemos”. Y Sara manda, y dice: “como yo no puedo tener el hijo de mi vientre, voy a enviar a Abraham y voy a enviar a Agar a que ellos hagan lo que tienen que hacer para que me den un hijo”. Ese era un derecho legal; pero Sara no se dio cuenta que Agar no era ‘un envase’… Agar era una mujer que tenia sueños; era una mujer que quería robar el corazón de Abraham para ella; era una mujer que quería quedarse con ese hijo, porque Agar no era ‘un envase’, solamente para tener un hijo. Era una mujer que tenia sueños. Pero Sara nunca se dio cuenta, porque Sara siempre tomó malas decisiones para sí misma. Fue una mujer que durante un período largo de su vida, se peleó con ella; y cuando vos te peleas con vos misma, que querés controlar todo, que querés tener todo bajo supervisión, que no querés que nadie vea quién sos vos, y te escondes de todo el mundo; que sos una mujer perfeccionista; en ese momento vos te estás peleando con vos; y cuando vos te peleas con vos, tomás las peores decisiones para tu vida. Agar usurpó el lugar de Sara; ella no se lo esperaba, y Sara se dio cuenta que tomó la peor decisión de su vida, y encontró casi intolerable la decisión que había tomado.
¿Cuántos tomaron una decisión y después no pudieron soportar las consecuencias de esa decisión? Como Sara –y como todas las mujeres- cuando estamos peleadas con nosotras, tomamos decisiones en contra nuestro. Si estás peleándote con todo el mundo porque estás peleada dentro tuyo vas a tomar las peores decisiones. Si querés controlar a todo el mundo, vas a tomar las peores decisiones. Tal vez seas una mujer que para controlar a su familia nunca salió a trabajar, nunca ganó un peso, se quedó en la casa. Y aunque se murió encerrada en su casa, ella dijo: “yo tengo todo bajo control”…y la casa se le vino abajo igual. Tal vez no quieras entregar ese trabajo porque estás esperando hacerlo perfecto; tal vez no quieras salir con ese hombre que te invitó a salir porque estás esperando el cuerpo perfecto, la cara perfecta, el pelo perfecto; y te estás perdiendo que la vida te sonría. Sara tomó una decisión incorrecta hasta que en un momento algo cambió. Viene Dios y le dice a Abraham: “te voy a cambiar el nombre a vos, y le voy a cambiar el nombre a Sara, porque lo que hicieron sirvió hasta un momento; pero no era lo que yo quería, porque la descendencia va a venir a través de Sara. Sara va tener un hijo. Decí: “yo voy a parir un sueño”. No le vas a entregar tu sueño a nadie más; no vas a decir que lo haga la otra; no vas a decir que se lo den a mis hijos; no vas a decir que lo haga mi marido… ¡vas a parir tus propios sueños! ¡Gloria a Dios! Cuando Dios le cambia el nombre, y le dice: “ella se va a llamar ‘Princesa Sara’; y él se va a llamar ‘Padre de Naciones’, ‘Padre de Multitudes’; en ese momento hubo un giro espiritual en ambos. A Sara se le hizo propia la promesa; Sara hizo propio el pacto. Antes, Sara quería tener un hijo por obligación, porque había que cumplirle el sueño a Abraham. Pero ahora, cuando escuchó que Dios le cambió el nombre y la introdujo en el pacto, ella dijo: “yo quiero tener un hijo, porque yo le quiero cumplir el sueño a Dios, este sueño es mío; este no es el sueño de Abraham; este sueño me pertenece a mi”. Querida mujer, hay un sueño que tenés que cumplirle a Dios; hay algo que Dios quiere que hagas vos, y nadie más que vos. Hay algo que Dios quiere que vos hagas y que no se lo delegues a nadie; ya se lo delegaste por mucho tiempo a otros, pensando que a vos no te correspondía. Ya hiciste muchas cosas obligadas para que otros cumplan su sueño; pero ahora te toca a vos; ahora es el momento que Dios quiere decirte, que vos también estás incluida en el pacto; que vos también tenés un sueño grande por cumplir; que vos también vas a parir de tu propio vientre sueños para Dios. Dios nos tiene en cuenta, mujeres; vamos a parir de nuestro vientre los sueños.
Sara aprendió a luchar por lo de ella y dijo: “lo que es mío es mío, y no se lo doy a nadie”. Aprende a luchar por lo que es tuyo; tal vez un sueldo. Lo que es mío es mío; tal vez una casa. Lo que es mío es mío; tal vez un momento de paz. Lo que es mío es mío, y no lo comparto. No estoy hablando de egoísmo; estoy hablando de luchar por lo que es tuyo; estoy hablando de que dejes de luchar por los sueños ajenos, porque cuidaste mucho la vida ajena, y te olvidaste de tu propia vida. Eso es lo que le pasó a Sara.
Como mujer, tengo que tener hijos; y si a Abraham Dios le prometió que va a tener un hijo, y bueno, que lo tenga con cualquiera… mientras tenga un hijo, ¿qué importa que sea conmigo o con otra? La cosa que haya un hijo en el mundo, que venga de Abraham. Y Dios le dijo: “vos estás incluida en el pacto; el hijo que les quiero dar, va a venir de tu vientre”; y ahí ella hizo un giro espiritual; dijo: “ahora voy a tener un hijo; ahora lo voy a batallar; no voy a tomar más malas decisiones”. Ella hizo las pases con ella misma; dijo: “esto es mío; y como es mío, lo defiendo”. Y le dijo a Abraham: “echa a Agar y a su hijo; echa a la esclava y a su hijo; no los quiero en mi casa. Y Abraham le dijo: “Dios ¿cómo voy a echar a la esclava, a la mujer que tuvo a mi hijo?; y también Ismael es mi hijo” ¿Y saben qué le dijo Dios?: “hacéle caso a Sara; es correcto lo que te está diciendo”. Dios le dijo así; porque cuando Dios te ve defender tu sueño, Dios te defiende a vos de cualquiera. Si defendés tu sueño, y decís: “esto es mío”, Dios está a tu favor. Hay sueños propios, ungidos, espirituales. Tienen que venir sobre tu vida.
Te quiero decir algo: Dios creó a Adán y a Eva; los creó y los bendijo; y esa bendición es para nosotras; es para mí; lo que es mío, es mío. En hebreo, la palabra ‘bendijo’ significa: ‘autorizado para prosperar’. Dios los bendijo; ellos estaban autorizados para prosperar. Dios te bendijo; o sea, te autorizó para que seas una mujer prosperada; lo autorizó a prosperar hasta las alturas más grandes. ¿Cuántas bendecidas hay en este lugar? Y ¿de qué te preocupas?, ¿qué tenés que controlar? ¿Por qué estás esperando ser perfecta? ¿Qué te molesta cometer un error?, ¿qué querés controlar? ¿A quién estás siguiendo –como un detective privado – qué hace deja de hacer? ¿Por qué no te decidís a construir en la vida? Si sos una mujer bendecida (o sea, autorizada para que todo te vaya bien) ¡estás autorizada por Dios para que todo lo que hagas te salga bien! Extendé tus brazos mujer bendecida; estás autorizada a prosperar en todas las áreas de la vida.
¿Y si te atrevieras a no luchar con vos? ¿Si te atrevieras a construir en la vida? ¿Si te atrevieras a decir “me equivoqué; sí, cometí un error; la próxima vez me saldrá”? ¿Tanto te cuesta? ¿Tan perfecta tenés que ser? ¿Tan perfecta tenés que mostrarte delante de los demás? ¿Tan mala sos, que desconfías de todo el mundo? ¿Por qué tenés miedo que te descubran? ¿Tanto mal hay dentro tuyo? ¿Qué hiciste, que lo hiciera cualquier mortal? ¿Qué hiciste que lo hiciera cualquier ser humano? ¿Por qué no te dejas sorprender por la vida? Que la vida venga; “sí Dios; esto lo voy a hacer”. Te criticarán, pareceré ridícula, pero lo mío es mío, y por lo tanto lo defiendo. Cuando vos defiendas lo que Dios te dio, Dios te va a defender a vos delante de todos y de todo. Hay más para tu vida, mujer. Atrévete a pedirlo, a que salga de tu vientre. No necesitás dárselo a nadie más; es tu vientre; vas a luchar; que tu batalla dé frutos; sino, no luches. Si no hay botín, no vale la pena luchar. Para estar peleando con vos misma; para estar en tu casa llorando, para decirte: “no valgo; no voy a hacer nada; no, mejor no me arriesgo, me quedo acá”. O estás luchando en vano, te estás volviendo vieja; y Dios dice que vamos de gloria en gloria; de poder en poder; que vamos a levantar alas como las águilas; que vamos a tener cada vez más fuerzas, que nos va a rejuvenecer; esas son las promesas de Dios. ¿A dónde vas con tu híper-control? ¿A dónde vas con tu perfeccionismo? ¿A dónde vas con ese “no quiero cometer errores; no quiero que las cosas me salgan mal; no quiero que me lastimen; no quiero que me defrauden.” Si te lastiman, que te lastimen; vos no sos de la gente; la gente no tiene que tener partes tuyas. Vos sos de Dios; vos le perteneces a Dios; y Él va a sanar cualquier herida que puedas tener en la vida. Seguí caminando; seguí conquistando; seguí yendo adelante; ¿te equivocaste?, seguí adelante; ¿sufriste?, seguí adelante; ¿te vendieron?, seguí adelante. Porque viene tu victoria en el nombre de Jesús.
Mis brazos se extienden al cielo, y recibo el sueño de Dios; una semilla que cae en mi vientre para parir los hijos que Dios quiera darme.
Cerrá tus ojos y pensá los sueños que quieras parir vos; ese sueño que nació de vos; que pienses en eso que querés parir, que no vas a depender ni de tu marido, ni de una pareja, ni de tus hijos, ni de la jubilación de tu mamá, ni de la pastora, ni del líder… vos solita vas a pujar, y va a nacer. No se lo vas a entregar a nadie; es tuyo. Y lo vas a defender con uñas y dientes; como sea y donde sea. Lo vas a defender; es un sueño tuyo; parecerá loco; parecerá que no tenés recursos; parecerá que no tenés la capacidad; Dios dice: “aferrate a tu sueño, porque la bendición va a venir de ese sueño que nazca de tu vientre.” Dios te enseña a no depender, Dios te enseña a estar con todo el mundo pero a no depender de nadie; porque si te replegás y volvés a Dios, Él te va a dar todos los recursos para lograr ese sueño.
Hay una casa que quiere nacer dentro tuyo; que la compres vos. Hay un auto que lo tenés que comprar vos. Hay un negocio que tenés que hacer vos; hay un negocio que está dentro de tu vientre, que lo tenés que dar a luz vos, lo tenés que parir vos. Hay ruidos de dolores de parto, pero hay placer, como Sara que se rió.
Querida mujer: te vas a reír, porque vas a verte incluida dentro del pacto, dentro de la promesa; no vas a hacer nada más porque los otros te dijeron que lo hagas, o para darle una manito a tal… lo vas a hacer porque es tu propio sueño.
Que declares: “Padre, en el nombre de Jesús yo me declaro una paridora de sueños. Yo declaro que esa semilla está en mi vientre, y que va a dar fruto al ciento por uno. Yo declaro que voy a sembrar, que me vas a dar semilla y que voy a comer de esa semilla, porque –como prometiste en tu palabra – das pan al que come. Señor, yo declaro que dentro de poco voy a parir sueños; lo verán muchos y se reirán conmigo. ¡Dios te va a hacer reír en este tiempo! ¡Amén!”
Alejandra Stamateas