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LA FE VERDADERA
Gênesis 12.1-4

 

Introducción

Se cuenta del misionero Hudson Taylor que, durante su viaje al país de China, el barco en el que viajaba se encontró inmovilizado por falta de viento. El capitán de la nave tocó a la puerta de la cabina del misionero y le imploró que orara pidiendo viento.

 

Está bien, le respondió Taylor, pero usted debe de subir la vela del barco. El capitán no quería cumplir con su petición; no había nada de viento, y los marineros pensarían que estaba loco.

Sin embargo, Taylor insistió que, si él iba a orar pidiendo viento, el capitán debía subir la vela.

 

Por fin, el capitán accedió y se fue. Cuarenta y cinco minutos después, volvió a tocar a la puerta de la cabina de Taylor.

Señor Taylor, le dijo, ya puede dejar de orar. ¡Está soplando tan recio el viento que casi parece tormenta!

 

¿Qué relación había entre las oraciones de Taylor y la respuesta del capitán? ¿Por qué era tan importante subir la vela si iban a orar pidiendo viento? En la respuesta a esa pregunta está una lección importante acerca de la fe verdadera.

 

La Biblia nos dice que sin fe es imposible agradar a Dios. Es por esto que nos urge entender lo que es la fe, para poder agradar a Dios. En nuestro recorrido de la Biblia hemos llegado a la vida de un hombre que es el ejemplo por excelencia de la fe. Al conocer su vida, podemos descubrir lo que es la fe verdadera para poder imitarla y experimentar sus bendiciones en nuestra vida también.

 

Lectura: Génesis 12:1-4

En el capítulo anterior, vimos la forma en que la humanidad trató de engrandecerse aparte de Dios. Los hombres decidieron construir una torre para hacerse famosos, para hacerse un nombre, pero el resultado fue que Dios confundió su lenguaje y los dividió para que no lograran sus propósitos.

 

Observen ahora lo que Dios le dice a Abraham: Yo haré famoso tu nombre... Por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra. Cuando la humanidad decide hacerse un nombre famoso, el resultado es la confusión; pero cuando Dios encuentra a una persona humilde, una persona de fe, El hace grande a la persona

y le da un nombre.

 

Tan famoso le hizo Dios a Abraham que ahora, unos 4.000 años después de su vida, seguimos estudiándole. Con Abraham llega un nuevo comienzo para la humanidad. Dios empieza a restaurar lo que se había destruido debido al pecado de Adán y Eva. La vida de Abraham es como una enorme curva en la trayectoria del mundo,

donde la humanidad que se había estado alejando cada vez más de Dios ahora es llamada a regresar a El.

 

Abraham llegó a ser el padre humano de la nación judía, y fue por medio de esta nación que Dios trajo al mundo al Salvador Jesucristo, el que trajo bendición a todas las naciones. Esas mismas naciones que habían sido esparcidas y confundidas debido a su soberbia en Babel un día serían bendecidas gracias a lo que Cristo vendría a hacer.

 

Observemos también que Dios toma la iniciativa con Abraham. La Biblia no nos habla de la excelencia de Abraham como lo primero, sino más bien es el llamado de Dios el que viene primero. Dios es el que decidió rescatarnos; nosotros sólo podemos responder a ese llamado. El se lleva el crédito.

 

¿Cómo respondió Abraham cuando Dios lo llamó? El partió, tal como el Señor le había ordenado. Si consultamos un mapa, descubrimos que Abraham partió hacia el oeste. ¿Se acuerdan de la dirección en la que viajaron los hombres para construir la torre de Babel? Fue hacia el este, indicando así su rebelión contra Dios. Ahora encontramos a Abraham viajando en obediencia hacia el oeste, cosa que traerá bendición.

 

Avancemos un poco más en la vida de Abraham para encontrar su secreto.

 

Lectura: Génesis 15:1-6

Dios le prometió gran bendición a Abraham, pero había un problema - él ya era viejo, y no tenía ningún hijo. Siguiendo las costumbres de su día, pensaba adoptar a uno de sus siervos - Eliezer de Damasco - para quedarse con sus bienes. Sin embargo, Dios le declara que sucedería lo imposible - él tendría un hijo, quien sería su heredero.

 

En el versículo 6 encontramos la clave de la vida de Abraham.

"Abraham creyó al Señor, y el Señor lo reconoció a él como justo." En otras palabras, Dios no trató a Abraham como un hombre justo y digno de recibir sus bendiciones porque fuera perfecto; de hecho, tuvo muchas fallas. Más bien, fue porque Abraham creyó la palabra de Dios que él fue tratado como justo.

 

Digamos que tú y yo saliéramos caminando para ir a la Ciudad de México. Vamos caminando a la orilla de la carretera cuando se detiene un carro lujoso, espacioso y con aire acondicionado, y el conductor nos dice: ¿Van a la Ciudad de México? Si quieren, yo los llevo.

 

En ese momento, tenemos que tomar una decisión. ¿Le creemos? Si le creemos, nos subiremos al carro y llegaremos sin esfuerzo a la Ciudad de México. En cambio, si no le creemos, nunca vamos a llegar caminando. La situación de Abraham fue similar. Dios le habló y le dijo: Voy a hacer algo espectacular, y te voy a usar a ti. La decisión de Abraham fue simplemente la de creer o no creer.

 

El apóstol Pablo analiza esta realidad.

 

Lectura: Romanos 4:1-5

El apóstol nos habla de la forma de estar bien con Dios. No podemos quedar bien con Dios haciéndole favores. Sin embargo, esto es lo que hace la mayoría de la gente. Piensan que, si van a la iglesia de vez en cuando, dan un poco de dinero para ayudar a los pobres y se tratan de portar bien la mayor parte del tiempo, quedarán bien con Dios.

 

Pero con Dios las cosas no funcionan así. El mismo Abraham, el hombre con el que empezó el plan restaurador de Dios, no fue aceptado por Dios por los favores que le hizo. Más bien, fue por la respuesta de fe de Abraham frente al llamado de Dios que Dios lo aceptó como justo.

 

El patrón para ti y para mí es el mismo. Dios no nos va a aceptar porque le hacemos favores, sino simplemente si creemos lo que El nos dice. Si nosotros confiamos en su Palabra así como Abraham confió en la palabra que le llegó, Dios nos trata como justos.

 

En cambio, si nosotros estamos tratando de ganar el favor de Dios por medio de lo que hacemos, no lo vamos a poder hacer.

Sólo la fe nos hace aceptables ante Dios. ¿Qué, entonces, es la fe verdadera? Hablemos primeramente de lo que no es.

 

La fe verdadera no es legalismo o religiosidad. No se trata de hacer ciertas cosas religiosas, de ir a cierta iglesia o prender cierto número de velas. La fe no es algo que se hace.

 

La fe verdadera no es conocer ciertos datos. El apóstol Santiago habla a los que creen que con conocer ciertas cosas de Dios ya están bien aclarando que el diablo mismo también las cree - y tiembla. Tener fe no es simplemente conocer la Biblia, poder citar versículos o conocer algo acerca de la vida de Jesucristo.

No es simplemente poder recitar el credo, por más bueno que sea eso.

 

La fe verdadera tampoco es el simple optimismo. Es bueno ser optimista, pero no debemos de confundir el simple optimismo con la fe bíblica. A veces la gente dice: Tengo mucha fe de que todo va a salir bien. Esperemos que así sea, pero el optimismo no es lo mismo que la fe.

 

La verdadera fe no es la presunción. No es decir: Dios me tiene que dar esto o aquello porque lo creo con todo mi corazón, y si insisto, El se va a encontrar obligado a dármelo. Satanás le invitó a Jesús a lanzarse del templo confiando en que su Padre lo salvaría, pero Jesús respondió que no podemos poner a Dios a prueba. La fe no es presumir.

 

¿Qué, entonces, es la fe verdadera? La fe verdadera es confianza en Cristo que crea un cambio. Abraham creyó lo que Dios le dijo, y esto produjo un cambio en su vida; él se mudó a otro lugar, esperando que el Señor cumpliera su promesa - y tuvo que ser muy paciente en esperar.

 

Tú y yo conocemos más de lo que conoció Abraham; tenemos la revelación de todo lo que Cristo vino a este mundo a hacer.

Jesucristo es el cumplimiento de esa promesa que Dios le hizo a Abraham, y es en Jesucristo que tenemos que confiar. Confiar en Jesucristo significa creer que El hará lo que ha prometido hacer; que si confiamos en El, nos perdonará, que estará con nosotros, que nos bendecirá si le obedecemos.

 

Cuando tenemos esta confianza en Cristo, crea un cambio en nuestro estilo de vida. No podemos seguir viviendo de la misma forma. Abraham dejó su hogar y se mudó a otro lado por la fe que tuvo en Dios. Nosotros también cambiaremos; tomaremos decisiones que otros no entienden, porque Dios nos ha llamado y confiamos en El.

 

Si tú tienes esa clase de fe, estás bien con Dios. Esto es lo que significa ser justificado por fe; es llegar a estar bien con Dios. El te ve como si nunca hubieras pecado, como si no le debieras nada. Así se empieza la vida cristiana, y así se vive también. Empezamos aceptando a Cristo por fe, y seguimos viviendo la vida cristiana por fe.

 

Si tú nunca has llegado a confiar en Jesucristo, te invito en este día a tomar esa decisión de creer lo que Dios te dice.

Escucha lo que El te dice en Romanos 10:8b-10: "Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo." Ven hoy para aceptarle.

 

Si tú ya has tomado esa decisión, no dejes de confiar en Cristo.

La forma en que comenzaste tu vida con El es la misma forma en que debes continuar. Dime: ¿cuáles cosas te está llamando Dios a hacer que te parecen imposibles? ¿Cuáles son esas áreas de tu vida que Dios quiere transformar, si tan sólo puedes confiar en El?

 

Yo sé que Dios quiere cosas grandes para esta iglesia y para tu vida. Se volverán realidad sólo si, como Abraham, aprendemos a confiar en la Palabra de Dios. ¿Me acompañas en este viaje de fe?

 

Tony Hancock

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